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Foto de DEIA |
Cambien Amorebieta por New York y busquen en google, en hemerotecas y en la extraordinaria biografia de Victor Brockis. Verán que es Lou Reed quien asegura tener su ciudad en el ADN.
No es casualidad. La ciudad donde uno ve la luz por primera vez marca para siempre.
A visperas de los conciertos de este fin de semana, un artículo publicado hoy por Deia nos descubre un poquito más a Mikel. Reproducimos aquí el artículo y añadimos enlace del rotativo.
Por cierto, si se nos permite....Es inevitable que haya un Mikel personaje y un Mikel persona auque la diferencia sea mínima. El propio Mikel, en una entrevista sincera (revisad entrevista sincera en el Ultimo Romántico : http://www.ivoox.com/ultimo-romantico-mikel-urdangarin-audios-mp3_rf_36608_1.html)
Eso sí la generosidad del Mikel cantautor es inmensa. Ese es uno de los motivos, enre otros, del por qué se le quiere tanto.Aunque en honor a la verdad, decir que si el autor lleva el mismo nombre que la persona es porque realmente no hay ni pan ni circo detrás.Mikel es Mikel, eso también es cierto.
Gracias a Deia. El artículo nos ha parecido interesantísimo.
http://www.deia.com/2011/05/07/especiales/elecciones-22m/amorebieta-forma-parte-de-mi-adn
"Amorebieta forma parte de mi ADN"
El músico Mikel Urdangarín revive su época de joven explorador en "una infancia salvaje y oxigenada"
CONCHA lAGO - Sábado, 7 de Mayo de 2011 - Actualizado a las 05:53h
Amorebieta. Lleva catorce años residiendo en Gasteiz pero sus sentimientos, sus señas de identidad y sus nostalgias se concentran en Amorebieta. "Lo llevo en la sangre. Forma parte de mi ADN", subraya. Por eso en una mañana ventosa de viernes es imposible caminar tres pasos sin que Mikel Urdangarín salude, charle y se pare a cada segundo. Primero, su ama y sus tías, luego su tío, recién operado de cadera, más tarde, viejos compañeros de ikastola. "La localidad ha crecido, pero todavía nos conocemos casi todos. Y hay sentimiento de pueblo, aunque menos que antes, con todo más centralizado", explica.
Zornotza asistió a sus pinitos musicales, acogió sus primeros acordes y marcó su vida. En la ikastola Andra Mari comenzó a adentrarse en el mundo del bertsolarismo y a aprender con el profesor de euskera, José Ramón Arbe. "Más tarde vino el bertsolari Jon Lopategi a darnos clase a algunos que teníamos cierta inclinación al bertsolarismo y comenzamos a aprender el cancionero, ciertas melodías..." Pero decir bertsos no es fácil, es un camino de muchos años. "Solo con veintitantos me vi capaz de improvisar y vivir ese mundo de manera intensa, pero me costó llegar hasta ahí", confiesa.
Con la música empezó a hurtadillas y dio sus primeras clases de guitarra casi de tapadillo, con la profesora Agirre. "Estuve unos meses con ella y luego empecé, por mi cuenta, a componer. Todo muy precoz. Tenía in mente hacer canciones y discos pero no quería decirlo y luego no hacer nada. Estuve ocultándolo hasta que presenté mi primer disco a los amigos". Lo echó sobre la mesa mientras jugaban al mus. "Casi les intimidé para que lo compraran", reconoce. Fue el primero de esa particular partitura que el músico de Zornotza ha ido componiendo a lo largo de los años. Ahora está preparando el décimo, aunque asegura que no lleva la cuenta.
"En casa me apoyaban plenamente, lo que les disgustó un poco más fue que abandonara por completo la enseñanza", dice, fijando la vista en su etapa de profesor, primero en la zona de Elizondo, en Nafarroa y más tarde en Gasteiz. No se atreve a datar la fecha en la que decidió romper con todo y cruzar la difícil muga de contar historias cantando. "Es una inquietud que va in crescendo, un gusanillo que cada día se hace más grande y pugna por salir. Es algo que va madurando, un día explota y sale el fruto. Es difícil tener las cosas claras en la vida pero entonces las tuve. Sabía que quería ser músico, hacer canciones y cantarlas", sentencia.
En Amorebieta los recuerdos se agolpan. "A mí me gusta la zona de toda la vida de poteo, pero ahora ha decaído porque el pueblo ha crecido mucho. A medida que se ha ido expandiendo, se ha diversificado lo que antes estaba muy localizado. Yo echo de menos la vida que tenían esas dos calles que formaban un círculo donde se socializaba más que ahora, donde encontrarse con la gente era más fácil", relata.
Mikel se acerca a los 40 y se ha dejado una incipiente barba que no le confiere autoridad. Mucho menos a la hora de rememorar su zona de juegos en su barrio de toda la vida, en Zubibitarte. "Allí he pasado mis mejores horas de infancia, jugando al fútbol". Mikel ejercía de joven Indiana Jones. "Lo que más me gustaba era enredar en lugares exóticos, es decir, cuatro arbustos y un riachuelo. Alrededor de la ikastola vieja había una especie de parque natural y yo, explorando un lugar con ramas, arbustos y piedras, me sentía el rey. También me gustaba mucho jugar al hinque. Lo echo de menos. Ya no veo jugar a nadie y eso me despierta una nostalgia del copón. Para mí, la sociedad ha cambiado para mal, la infancia y la adolescencia actual son más aburridas. Hay demasiada corrección. Antes todo era más salvaje, más emocionante. Crecíamos de una forma más oxigenada. Esta infancia tan tecnológica me parece un horror".
El deporte también es parte esencial en su vida. "Jugué a fútbol hasta los Juveniles del Amorebieta, luego empecé con el rugby y lo dejé por una lesión. Pero el que ha hecho deporte toda su vida, necesita practicarlo para no entumecerse".
El crecimiento del municipio lo ha seguido, en la lejanía, como algo natural. "Está claro que la central térmica de Boroa ha hecho posible una gran cantidad de mejoras para el pueblo porque ha dejado mucho dinero. El problema no es cuánto ha crecido, sino si la gente puede acceder a las viviendas que se construyen. Hay un punto de fracaso en la manera de plantearse la vida e hipotecarse a 40 ó 50 años", afirma, trascendente.
En la charla, se comprueba que no hay un Mikel persona y un Mikel personaje. "No me transformo en el escenario, pero todo el mundo varía en función del lugar y la compañía. A veces nos mimetizamos con el paisaje porque en eso consiste el saber estar. Yo soy el mismo arriba que abajo, pero se tiene que notar que lo que vives en el escenario es algo único", indica, asegurando que "no cultiva ningún personaje".
En Gasteiz, donde reside actualmente, también pasó algunos de sus primeros años por el trabajo de su aita. Por eso disfruta de su invierno seco. "Me gustan todas las estaciones de este país nuestro. Necesito un otoño de entretiempo, un invierno frío y que llegue el calor cuando proceda. Que todo se suceda, que haya un orden", pone la guinda.